martes, 21 de octubre de 2025

Recidiva del olvido

(Presentación de la antología de León Félix Batista Seis amnesias –Pro Latina Press, New York, 2023– en la II Latino Book Fair & Latino Writers Conference at Indiana University Indianápolis, el 4 de octubre de 2025) Exagero, quizá, pero olvidar lo escrito acaso hace posible la escritura. Su continuidad, al menos, su reinvención continua. Que un libro “mate” al anterior (como la primicia trágica de hoy a la tragedia de ayer tarde) es una norma no escrita en el mundo editorial, en lo tocante a un autor en activo. Y utilizo a propósito este adjetivo compuesto, porque estoy seguro de que nosotros los del gremio somos active writers, como esos tiradores de los protocolos de seguridad, que alborotan el transcurrir sereno de la cotidianidad y crean caos. “Escritores en activo”, amenazas inmediatas, disparando las palabras por renglones, a fuego denso como en la prosa, a ráfagas de poesía, hasta que se nos encasquille el lápiz y volvamos a cargar. Hay que matar al padre-libro, está rumiando mi cerebro. Y no hay Edipo que valga aquí, puesto que un libro no engendra al otro, al menos no con la frecuencia necesaria que justifique el uso de dicha imagen en este párrafo. De lo que sí se trata es de otro síntoma ya identificado: las leyes del mercado que trastornan todas las esferas de lo humano, lo intelectual inclusive (para muestra véanse los aranceles al conocimiento). Y cuando digo “leyes” y “mercado” solicito ser leído en clave de ironía: esos conceptos remiten a montos mínimos en la gran mayoría de los tratos literarios. Liquidar al padre-libro, insisto, y no porque la obra de hoy supera a la que la precedente, como un vulgar objeto de consumo al otro, sino por los afanes casi metafísicos. Ahora voy a quitarle impacto a esta afirmación: “matar”, en este ámbito, quiere decir “olvido”, aparentarlo. Ya que invoqué a Edipo, continuemos apelando a la mitología griega, y cedamos el micrófono a Narciso, porque debo hablar de mí, quiera o no quiera. “Denme un punto de apoyo y moveré al mundo”, proclamó otro griego de la Antigüedad, aunque no mítico y comprobadamente humano, llamado Arquímedes. A mí apenas me dieron un micrófono y 15 minutos contados para intentar hacerlos saltar de sus asientos expresando barbaridades sobre matar los propios libros. A veces considero, y perdonen la antilogía, una dicha desgraciada el hecho de que mi obra haya ganado tantos premios. “Dicha” porque el premio real, por lo menos para mí, siempre ha sido ver el libro publicado. “Desgracia” porque, con frecuencia, un libro premiado termina convertido en reo de las instituciones que auspician los certámenes, lo que estrangula su distribución. ¿Alguno de ustedes ha visitado un almacén carcelario, con tomos y tomos de libros presidiarios, recluidos promiscuamente, tratando de encontrar su impreso preso? Por eso he preferido olvidar mis propios libros, con amnesia selectiva, para evitar ser arrastrado al fondo de su ausencia y seguir nadando hacia la siguiente boya. Eso fue exactamente lo que hice con Negro Eterno (Accésit Premio de Poesía Casa de Teatro 1996), Vicio (Accésit Premio de Poesía Casa de Teatro 1998), Burdel Nirvana (2001, Premio Nacional de Poesía “Casa de Teatro” 2000), Mosaico Fluido (2006, Premio Nacional de Poesía “Emilio Prud'Homme 2005”), Pseudolibro (2008, Premio Nacional de Poesía “Universidad Central del Este 2006”) y Un minuto de retraso mental (2014, Premio Nacional de Poesía “Emilio Prud'Homme 2013”). Ejecuté un total de seis amnesias, que 10 años después, gracias al llamado de la editora argentina residente en Nueva York María Amelia Martin, fueron súbitamente recordadas en este bellísimo libro que presentamos hoy, editado por Pro Latina Press en su colección Gala de Poesía y con pintura en la portada del argentino Manuel Losada. Queda claro que no los olvide, sino que los tiré a la fosa escéptica del poeta maestro Gerardo Deniz. Después de olvidar adrede esos 6 libros premiados, pude volver a publicar bajo el amparo puro y simple de una editorial, sin premio que mediara. Así, la independiente Cascahuesos editó en Perú mi poemario Música ósea en 2014 y, de manera increíble, el libro ha viajado por toda América Latina en las mochilas de su editor, el también poeta José Córdova: de donde menos lo espero me envían una foto y diciendo que lo han leído. El cúmulo de testimonios me ha impedido ejercer mi técnica de Alzheimer focalizado con estos huesos melodiosos. Pasada casi una década, no obstante, he tenido una recaída, al obtener el Premio Nacional de mi país con Poema con fines de humo (2022). Habrá tiempo para olvidarlo también. Mientras tanto, ya lleva dos ediciones. Pero esa es, me parece, la única amnesia válida, la única que nos podemos permitir. Los escritores latinoamericanos que vivimos en Estados Unidos –una parte importante de los cuales han sido reunidos en la Segunda Feria del Libro Latino en la Universidad de Indiana– no pretendemos olvidar la lengua de nuestros padres, de nuestro ayer geográfico, de lo que seguimos siendo allende. Y no me refiero únicamente a las de raíz europea, sino también a las originarias. “En promedio, cada dos semanas muere una lengua en el mundo y con ella el pensamiento, la cultura y una forma de entender el mundo”, se dice en el sitio de la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y el Caribe: “Según datos de la UNESCO, un 43% de las 6.000 lenguas que se hablan en el mundo están en peligro, más de 200 se han extinguido en el curso de las tres últimas generaciones y 538 están actualmente en situación crítica”, continúa exponiendo. Mueren las lenguas, mueren las personas. En ocasiones, se mueren juntas. También sucede que las matan. Ayer, cuando escribía estas palabras que ahora leo en voz alta, por un lapsus linguae o una dislexia efímera y acaso propia de mi cercana edad provecta, digité en mi teclado, sin querer, la palabra “sonotros”, cuando quise escribir “nosotros”. ¿Ese fue un claro acto fallido o un chispazo de suma realidad, deífica, celestial? ¿Un satori en mitad de un apagón dominicano? No estoy seguro, pero presiento que hay algo ilumina ese vocablo accidental, ese gazapo súbito. Algo que quizá tenga que ver con el aura enrarecida que rodea al mundo en este momento histórico. ¿Qué puede hacer un poema para cambiar esa realidad? Esa es la pregunta que pregunta por respuesta. Lo que sucede en el poema solo sucede al ser leído; en cambio, cuando una bomba mata a un niño lo despedaza de verdad. ¿Notan la impotencia en eso? Así que cero amnesia si se trata de los otros, que de “nosotros” a “sonotros” el atajo es una letra.

miércoles, 4 de agosto de 2021

METÓDICA DESORDEM

André Dick [Especial para Weblivros] Lançado pela editora Olavobrás, o livro Prosa do que está na esfera traz ao leitor brasileiro a primeira mostra de poemas de León Félix Batista, nascido em 1964 na República Dominicana. A tradução para o português, fiel ao experimentalismo do original, é de Claudio Daniel e Fabiano Calixto. Se Claudio já havia traduzido Eduardo Milán e José Kozer, entre outros, trata-se da primeira incursão de Fabiano como tradutor, por meio de um poeta não apenas desconhecido como também instigante. Isso porque León rompe a linearidade que estamos acostumados a ver, ao seguir na contramão de uma lírica coloquial, focada no cotidiano, optando pela analogia e desfazendo limites entre a prosa e a poesia. A obra em questão se caracteriza por trazer uma cadeia de pensamentos a princípio desconexos, ou seja, sem aparente unidade, que carregam uma inflexão lingüística diferente tanto do vocabulário quanto da percepção poética comuns. Leitura difícil, à primeira vista áspera, Claudio, sem procurar rótulos, percebe nela “insólitas associações de palavras”. Contudo, mesmo ao lidar com a analogia (a “religião” da poesia moderna, para o insuspeito Octavio Paz), a sua linguagem, construída de forma complexa, não encobre a materialidade das palavras. São insólitas as associações, caracterizadas pelo emprego inusitado de metáforas; de resto, estamos diante de um autor que prima pela forma e atrai para seu entendimento o leitor. Cabe a este controlar a dispersão dos panoramas trazidos por cada poema, à medida que transforma a multiplicidade num caminho a ser incorporado na unidade. Com essa característica, Prosa do que está na esfera não trabalha com idéias em que predomina o excesso sem rigor. Quando Claudio observa que León extrai seus objetos do cotidiano imediato e os remodela como “seres de linguagem”, ele já está apostando na idéia de que, na posição autônoma, esses seres (objetos ou as palavras que os representam), livres para adotar o caminho da analogia, delineiam uma “violência verbal”, e esta, com sua ruptura consciente, elimina o exagero. Recolhendo vestígios de memória, detritos do mundo, o melhor do trabalho de León - e isto não é um elogio ligeiro - parece ser filtrado por palavras que, distintas entre si, aprofundam ainda mais sua estranheza com a releitura, através dessa ruptura. CICATRIZES TEXTUAIS - Quem tiver o pocket book de León à mão pode imaginar que, por ser escrito em forma de prosa, deixa de ser um livro de poesia. Equívoco aceitável, já que não estamos acostumados com terrenos híbridos. O texto de León, bastante imagético, ao observar o tom e o peso de cada vocábulo, controla, sob um olhar crítico, o que poderiam ser alucinações processadas por uma escrita automática. É como se ele construísse uma “metódica desordem”, e quisesse organizar uma “desordenada sucessão de circunstâncias”. Nesse terreno híbrido, as analogias elaboradas, não raro violentas, responsáveis pela referida “violência verbal”, procuram a cisão e acabam compondo o painel de um desastre que busca recolher seu cacos, painel por finalidade desautomatizado. Resulta disso, também nessa corrente de reflexão, a preferência desse autor do novo barroco por imagens negativas. Seu interesse principal é selecionar os resíduos expelidos pela realidade autodestrutiva: “que farei para dilatar irredimíveis vias mortas”; “se desgastam meus músculos de comando” (em “Sissy’s velvet toolbox”); “O rio das pernas (acidente coagulado) ao correr produz náuseas”; “a decomposição se espessa e carboniza” (em “O banho das núpcias”); “A cada salto sucessivo, em toda fuga da margem, rigores ambiciosos que fecundam em minhas chagas” (em “Prosa do que está na esfera”); “E nem o olho nem a lente calarão sua massa em crise, confinando-a a sua insólita imobilidade” (em “Bianca Jagger depilando-se ante a Warhol”, título, ressalte-se, bastante insólito). Perceba-se que o corpo, para León, é uma prisão em que a dor permanece conscientemente. Na entrevista ao final do livro, essa idéia se esclarece através do depoimento do autor, ao comentar seus problemas de saúde, sobretudo na infância: “Nasci e cresci enfermo”. Não queiramos solucionar, é claro, a poética do presente autor através de problemas pessoais, mas, como vemos, a doença física acompanha sua própria postura de desaparecimento e não poderia deixar de existir em sua escritura. Em outro poema que nos serve de bom exemplo, “Clandestinos em Strawberry Fields, León observa que seu corpo é um cadáver (como Paul Celan, aliás, definia a palavra): “Se haveremos de crer em minha sinopse (e o eclipse de artifício assim o indica) dois corpos se destacam no ermo: pretérito que o texto desenvolve em porvir. O meu é como um lastro que me subtrai de erguer-me, já cadáver e em vulgar obsolescência”. Ainda recém-nascido, trazendo suas cicatrizes textuais, Prosa do que está na esfera certamente é apenas a primeira incursão desse jovem poeta dominicano no Brasil. Integra-se a novas leituras ou discussões adequadas ao interesse de sua obra, em relação ao novo barroco, por instigar uma reflexão sobre a linguagem. Resta, desta vez, saber se dessa reflexão conseguiremos separar a desordem sem método, tão comum na poesia insuficiente, indisposta com qualquer traço experimental, da metódica desordem, seja em decomposição, seja com náuseas e chagas por vezes incômodas. André Dick é poeta e ensaísta, autor do livro Grafias (2002).

viernes, 18 de junio de 2021

VICIO CRÓNICO

(Reseña publicada, con una selección de 6 poemas, en la revista LA DANZA DEL RATON #17, Buenos Aires, Argentina, junio 2000) Estos poemas de León Félix Batista (República Dominicana, 1964; residente en Nueva York), pertenecen a Crónico, libro que ya ha pasado por diversos avatares. Anteriormente fue publicado como Vicio en su país de origen, ahora reaparece en versión divergente en la Argentina, publicado este año por Tsé=Tsé. Recorrido erótico, no es mera sublimación, sino que activa una intragenitalidad de los vocablos ˗adonde se impone de continuo la urgencia de “hacerlos sonar”, de pronunciarlos en voz alta˗, nos lleva a la revisión (la reinvención) de la dada-por-obvia noción de neobarroco. Batista trasciende la binaria ceguera (a favor/en contra) establecida respecto al neobarroco, sólo asequible desde cierta apuesta a la intensidad en la destilación de los materiales artísticos, y, como algunos otros poetas latinoamericanos actuales, no desecha ni calca los logros de esa tendencia estética. Precisamente arrancándola de ese refugio en la eficiencia de un estilo para, con devoción de escritura, integrarla con otras fuentes de experiencia en nuevas posibilidades combinatorias. Así, su poesía no queda atrapada por los recursos de una escuela, o por la prédica-etiqueta de alguna teoría: ello fundamenta el carácter erótico ˗en sentido amoroso, también˗ de esta inmersión en los pasajes del deseo. Reynaldo Jiménez

jueves, 29 de abril de 2021

LIBROS PUBLICADOS EN EL DECENIO 2010-2020

1. Delirium semen (Aldus, México, 2010) 2. Caducidad (Amargord, Madrid, 2011) 3. Sin textos no hay paradiso (Gamar Editores, Colombia, 2012) 4. Joda poética completa (antología personal, 2013) 5. Mosaico Fluido (Lumme Editores, Sao Paulo, traducción de Adriana Zapparoli, 2014) 6. Música ósea (Cascahuesos, Arequipa, Perú, 2014) 7. Un minuto de retraso mental (2014, Premio Nacional de Poesía “Emilio Prud'Homme, 2013) 8. El hedor de lo real en la nariz imaginaria (Ruido Blanco, Quito, 2014) 9. Duro de leer (Viento y Borra, Santo Domingo, 2015) 10. Próximo pasado (Editorial Praxis, México, 2018) 11. Prosa de fabricación casera (Casa Vacía, Virginia, Estados Unidos, 2018) 12. Delirium (Literal, México, 2020) 13. Globos de ensayo y error (Amargord, Madrid, 2020)

Premio Nacional a León Félix Batista

El jurado del Premio Nacional "Salomé Ureña de Henríquez", convocado con frecuencia anual por el Ministerio de Cultura de la República Dominicana, decidió otorgar por unanimidad el galardón correspondiente a 2021 al libro inédito "Poema con fines de humo", de León Félix Batista. Con una dotación de RD$ 250,000 pesos dominicanos (alrededor de US$ 4,500 dólares), el poemario será publicado por la Editora Nacional, institución que el mismo Batista dirigiera desde el año 2004 hasta el 2016. Del jurado, compuesto por Plinio Chahín, Martha Rivera-Garrido y Pedro Ovalles, este último escribió que el libro: "Está escrito con un lenguaje inusual y un ritmo innovador, a la vez que presenta una sintaxis también que sorprende por su asombrosa experimentación en la lengua. Un poemario con una unidad avasallante. Abrirá nuevos surcos para las actuales y futuras generaciones. Cuando uno termina de leerlo, queda la sensación de volverlo a leer. Se guarda el texto, pero queda firme su fuego intuitivo en el pensamiento y la subjetividad; persiste el ardor reflexivo hasta que no le queda al lector otra alternativa que tomar de nuevo el poemario y seguir la succión poética."

domingo, 25 de abril de 2021

Reseña a "Globos de ensayo y error"

Tinta dominicana MARIO MARTÍN GIJÓN
Para la mayoría de españoles la República Dominicana evoca una isla de playas paradisíacas donde la gente pudiente se va de vacaciones. Pero ese país, cuya capital fue fundada por Bartolomé Colón (el hermano del descubridor) siendo la primera ciudad española del Nuevo Mundo y que ha tenido una historia convulsa, es hoy día también un país de una literatura pujante, especialmente en la poesía. A pesar de las redes, aún nos llega con cuentagotas y con retraso la literatura del otro lado del charco, y hay que reconocer por ello el mérito de editoriales con Amargord, gracias a la cual leí hace tiempo el poemario Caducidad, de León Félix Batista (Santo Domingo, 1964), largo y desbordante poema dividido en cuatro secuencias, verdadera corriente de conciencia de un “nómada mental” que, afirma, “desde la tinta intento” captar cómo “los días son mensajes, fragmentos que no piensan”, fijar en las palabras el imparable caleidoscopio de los días, consciente de que “otros ángulos proveen otras versiones” y de que para entendernos siempre “tejemos el tejido sutil de una ficción”, nos contamos una historia que deja al margen la mayoría de las sensaciones que recrea este poema torrencial que es celebratorio e impuro, digno sucesor en el siglo XXI de la poesía que reclamara Pablo Neruda en su manifiesto por una poesía sin pureza, en una libertad lingüística suelta de corsés de tópicos, metros y discipulados que resulta más frecuente al otro lado del Atlántico que en nuestras fronteras. Ahora publica Amargord, en su “Colección Caribes”, los Globos de ensayo y error, gracias a los cuales conocemos la vertiente de ensayista de este poeta dominicano, crucial en la gestión cultural de su país, habiendo dirigido su Editora Nacional y el Festival Internacional de Poesía de Santo Domingo. Articulado en tres partes, “Globos de ensayo” recoge prólogos o textos de presentaciones que ofrecen en conjunto una buena panorámica sobre la poesía caribeña, desde cubanos como José Kozer o Aleisa Ribalta a dominicanos como Pedro Mir, considerado el “Poeta Nacional”, José Mármol, Plinio Chahín, Rita Indiana o Néstor Rodríguez, entre muchos otros, y analiza cómo “irrumpen en la poesía nativa la creciente urbanidad de Santo Domingo, la demografía vertical, el insomnio de jornada laboral, los placebos de las adicciones y los personajes míticos locales”. No en vano ese país ha ido “migrando desde la agricultura hasta el all included beach resort y las divisas de remesas”, con sus ventajas e inconvenientes. La segunda parte, “Pruebas de ensayo”, recoge artículos más amplios, del que destaca “Para ir al Paraná: un viaje al translingüismo a través de la poesía”, donde destaca cómo en la región fronteriza del Paraná, compartida por Brasil y Paraguay, ha surgido una escritura influida por la alternancia entre el guaraní, de un lado, y el portugués o el castellano, de otro, y de la que serían ejemplos Catatau, de Paulo Leminski (publicado en España por Libros de la Resistencia) o Mar paraguayo, de Wilson Bueno. Batista lamenta que, frente a esa porosidad lingüística, en su isla se haya dado una cerrazón total entre Haití, donde se habla, junto al francés, el criollo haitiano, síntesis del francés con una pléyade de lenguas africanas, y República Dominicana, hispanohablante. Esa cerrazón “hace patente la relación indisoluble entre Lenguaje y Poder, esa que solo el poema puede hacer estallar en mil libérrimos sentidos”. La tercera y última parte, “Ensayo y error” es la más variopinta, y destacaría el ensayo que trata de la evolución “del neobarroco al postbarroco” en la poesía iberoamericana, desde el postbarroco postulado por el peruano Maurizio Medo, al movimiento de los “Neoberracos” fundado en Nueva York por poetas cubanos y colombianos. (Publicado en El Periódico, Extremadura, España, 24 de abril de 2021)

La poesía es la más alta realidad

La poesía acaso sea la manifestación humana con más definiciones. Mil y una, interminables. García Lorca, por ejemplo: Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio. La poesía es un caracol nocturno en un rectángulo de agua, según Lezama Lima; un intento de aproximación a lo absoluto por medio de los símbolos, de acuerdo con Juan Ramón o, simplemente, Poesía eres tú, y ya, concluye Bécquer –con antinomia feminista: Poesía no eres tú, Rosario Castellanos. Otras veces no se trata de precisar su ser: yo sé que la poesía es indispensable, aunque no sé para qué, se decía Jean Cocteau. ¿La poesía es pura? La poesía es para, sentenció Haroldo de Campos. No uses el teléfono, la gente nunca está lista para responder: usa la poesía, recomendó Jack Kerouac. La poesía es la poesía es la poesía, hubiera rematado Gertrude Stein. Hay incluso calificaciones provenientes de otros ámbitos que podrían ajustársele: si la música es el arte de combinar sonidos y silencios en el tiempo, “la poesía es la palabra esencial en el tiempo”, dijo Antonio Machado. Y, habiendo –como Heráclito– escuchado al Logos, yo he abonado el maremágnum con mi cosecha de aportes, aunque en la videosfera efímera del cibermundo, como para reducirle lastre (y porque “nuestro ojo ignora cada vez más la carne del mundo” y “lee grafismos en vez de ver cosas”) : Poesía es soltar el manubrio de la bicicleta cuando la niña más linda del barrio está mirando; la poesía es la gallina de los huevos de plomo; poesía es Elizabeth Taylor con un vestido negro preguntando si va a dolerle mucho esa lobotomía; la poesía es un laxante para el estreñimiento del léxico en la prosa… “Nunca entenderé por qué tantos escritores se preocupan por definir lo que debe ser la poesía, y pretenden dar una interpretación única”, expresó Valerio Magrelli en una entrevista reciente. Y yo tampoco lo entiendo, pero voy a atreverme a generar, como homenaje, una nueva: La poesía es la más alta realidad. Y abundaré: la más alta realidad porque aquélla expresa a ésta: la revela, le da significado al superar las físicas fronteras de la materialidad. Y no es que sea tan solo otra realidad, acaso complementaria, sino precisamente la de mayor magnitud y trascendencia: esa que parece poder combar el tiempo para sumar espacio a nuestras vidas, aherrojadas con los grilletes de lo cotidiano – útil, llano, productivo–; de lo que a la larga es sólo rampa de deslizamiento hacia la muerte anónima y sin trascendencia. Alta Realidad (1970) tituló, lúcidamente, Luis Alfredo Torres (1935-1992) un libro suyo. Luis Alfredo, poeta-paria, borroneando poemas entre bellos y estridentes alojado en pensiones sórdidas, en tugurios de mala muerte, y ante platos de comida módica de fonda, apoyado en el bastón de sus últimos años por las calles de Santo Domingo. Luis Alfredo, quien si alguna torre tuvo en sus días irreverentes habrán sido los opúsculos grapados que imprimió, buscando el bello rostro del amor que iba y venía. Luichy, tan alejado del sur que lo viera nacer, como de las hiper ciudades de New York y California donde creció, se educó y formó, para ser el poeta que importó consigo el extrañamiento de la Diáspora que conocemos bien los que nos hemos ido. Luis Alfredo, decididamente gay, cantando a Proserpina en la ciudad cerrada de intramuros y el oscuro litoral del río Ozama, desdibujado por sus grandes gafas de sol útiles hasta de noche. Luis Alfredo Torres, ese enfermo lejano, que cantó y cantó hasta que murió sentado, como lírica cigarra, en un banco de hospital en Ciudad Nueva, en pos de la poesía… pero ¿qué es la poesía? [se preguntaba Wislawa Szymborska ] Más de una insegura respuesta se ha dado a esta pregunta. Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro como a un oportuno pasamanos. Lo que nunca debemos dejar de hacer, es persistir en consumirla, adaptarla al discurrir del día a día, en procura de dotar a la vida de sentido, a través de ese no-se-qué de la poesía, sea lo que sea que la poesía es. Como un intento de remoción de escombros de los derrumbamientos de la cotidianidad, y en el afán de recordar que el hombre y la mujer son más que cuerpos que pasan por pasar. Porque sucede que, como la Naturaleza, como la realidad espiritual y material, el fenómeno poético nos resulta en principio inaprensible, pero al mismo tiempo vivo, patente, cercano, presente, ubicuo y permanente. Lo cierto es que la poesía aparece cada vez que queremos expresarnos, cada vez que formulamos pensamientos, en cada símbolo de nuestro imaginario y nuestros sueños. La poesía está presente en todas partes, nos demos cuenta o no, como reflejo de la música que mueve las esferas en la música ósea que activa nuestros cuerpos. Incluso en el silencio la poesía dice cosas. “De lo que no se puede hablar, hay que callar” reza la última sentencia del Tractatus de Wittgenstein . De la poesía –que por lo visto tampoco se podría– hay que seguir hablando, hasta pulverizar la lengua, como propuso Merlau-Ponty, en un acto radical de mezcla de los tiempos para fijar un lenguaje en devenir. Muchas veces –dice él– “para que llegue a decirse algo es necesario que nunca llegue a decirse absolutamente”, porque “sólo la lógica ciega e involuntaria de las cosas percibidas, suspendida por completo de la actividad de nuestro cuerpo, puede hacernos entrever el espíritu anónimo que inventa, en el seno del idioma, un nuevo modo de expresión” . Eso es poesía también: decir sin haber dicho, diciendo mucho más. Ocurre que, además, la poesía consigue replicar todas las formas: cuando ocluyen las fronteras, cuando se inventan muros para segregar naciones, toma un aspecto esférico de bola de acero de demolición y los derrumba; cuando se impone el hambre a causa de las burdas ambiciones de unos cuantos, la poesía se transforma en hoz y siega trigo para todos; cuando fuerzas oscuras reprimen las ideas libertarias, la poesía se olvida de ser poesía y se convierte en prosa de fabricación casera, hace estallar incendios con botellas con mensajes y una mecha arrojadiza; o se convierte de repente en tabla de salvación del náufrago-de-su-desasosiego en la desolación mortífera de escualos del mar Caribe o en las embarcaciones africanas zozobrando en el Mediterráneo. Cuando buscamos cobijo, cuando buscamos calor, la poesía toma forma de regazo, de mano que mesa el pelo e invita a dormir tranquilo, porque mañana todo cambiará de rumbo. Para entender, para creer, para ser y para estar (que no es lo mismo, aunque lo quieran así en inglés), la poesía nos provee del equilibrio necesario. Así que, siendo tanto la poesía, al mismo tiempo no sabemos lo que es. Y estando en todas partes, no sabemos dónde se encuentra exactamente ni qué estructura tiene. ¿En los libros? Claro está. Y en las voces, las canciones, en la lengua y en tu casa. La poesía, un ser-en-sí, sin mayor explicación, como se definiría con el alto pensamiento de la filosofía, su prójimo y siamés desde el principio. La más alta realidad, entonces. Esa que quiso vencer a versos Luis Alfredo Torres. Aunque perdió: tan frágil, Luis Alfredo, que hubo que buscarlo bajo la delgadez de su camisa con su propia linterna sorda. Pero tan grande Luis Alfredo que la cruda realidad, la dura realidad, pudo hacerla más alta, pudo habitar en ella, por medio de la alquimia del poema. NOTAS De acuerdo con Régis Debray, la Historia registra tres épocas o eras en los modos de percepción de la realidad, “apropiaciones de la mirada”: Logosfera, Gragosfera y Videosfera, que sería en la que estamos sumergidos actualmente: el dominio de la imagen, sin soporte en la realidad real y propiciando la realidad virtual. (En Vida y muerte de la imagen: Historia de la mirada en Occidente, traducción de Ramón Hervás, Paidós, Barcelona,1994) Op. Cit., pág. 254, libro III, El Postespectáculo, La paradoja de la videosfera, El arcaísmo postmoderno. A partir de aquí inicio un rejuego con títulos de libros de Torres. En su libro El gran número. Fin y principio y otros poemas. (Edición al cuidado de Maria Filipowicz-Rudek y Juan Carlos Vidal. Estudio introductorio de Małgorzata Baranowska), Traducción de Xaverio Ballester, Gerardo Beltrán, Elżbieta Bortkiewicz, David Carrión Sánchez, Carlos Marrodán Casas, Katarzyna Mołoniewicz y Abel A. Murcia Soriano (Ediciones Hiperión, Madrid 1997). Tractatus logico-philosophicus, de Ludwig Wittgenstein; Alianza Universidad, Madrid, 1980, traducción de Enrique Tierno Galván. En La prosa del mundo, Taurus, Madrid, 1971, Pag. 68, versión española de Francisco Pérez Gutiérrez. IMAGEN: Luis Alfredo Torres, intervención gráfica por Amín Toribio.